La Mujer Histórica (Alma Buffay) es una de las tantas víctima del régimen nazi, una actriz judía confinada en el campo de concentración de Terezin que se ve obligada a renunciar a su oficio pero intenta reencontrar su vocación –y sobrevivir– montando obras de teatro con los niños del gueto; la Mujer Contemporánea (Marianella Zappelli) es una joven entomóloga bastante antisocial cuyos únicos amigos son los insectos que analiza y que la mantienen conectada con la vida.
Terezin no fue un campo de exterminio pero funcionaba como uno de los principales puntos desde los cuales se trasladaba a los prisioneros a otros campos donde serían ejecutados. Alrededor de 150 mil judíos pasaron por esas instalaciones: 33 mil murieron allí mismo, 88 mil fueron enviados a otros centros y sobrevivieron tan sólo 17.247. A Terezin llegaron muchos artistas y niños (de 15 mil sólo sobrevivieron 100), y con el tiempo se convirtió en un núcleo propagandístico destinado a difundir una imagen del régimen nazi que contrastara con los horrores que se conocían de Auschwitz. En ese campo se rodó lo que hoy se conoce como un falso documental, ya que se trataba de una ficción con pautas muy claras sobre cómo debía exponerse la vida cotidiana de los judíos en el gueto. La Gestapo obligó al director de cine berlinés Kurt Gerron a filmar esa película entre agosto y septiembre de 1944, pero cuando el rodaje terminó fue enviado a Auschwitz junto a otros miembros de su equipo y los asesinaron en las cámaras de gas para borrar todo rastro.
El primer acercamiento de Casavalle al texto fue en 2017, durante una lectura en el marco del Proyecto Magdalena, un encuentro organizado en Argentina por la actriz Julia Varley. Osorio –a quien el director había conocido en un festival de Costa Rica– le expresó su deseo de que montara la pieza en Buenos Aires. “Yo había encontrado algunas líneas de trabajo y la lectura había estado muy buena, pero no terminaba de encontrarle la vuelta. Durante la pandemia, el tema me movilizó y empecé a encontrar muchas cuestiones ligadas al asunto del encierro. También con respecto a la constelación familiar; cuando la vi en 2017 pensé que ahí había algo que estaba unido energéticamente”, dice Casavalle, que a la hora de pensar en un posible montaje tenía sus dudas por la responsabilidad de encarar un tema como el nazismo, que parece inabarcable a pesar de los múltiples abordajes que registra desde diversas disciplinas. “Aún así me pareció que había que seguir contando estas historias tan oscuras para pensar en la claridad, porque a través de las grietas aparece la luz”.
Esa dicotomía entre luz y oscuridad es uno de los principales ejes sobre los que se estructura la puesta. El extraordinario trabajo de Magalí Perel en el diseño de luces permite que –como por arte de magia– las dimensiones de la sala parezcan mucho más amplias, y en varios momentos de la pieza los espectadores son interpelados por esos cambios de intensidad, dirección o foco de las distintas materias lumínicas. “Para mí el hecho teatral es un hecho espacial”, afirma el director, y recuerda algunas de sus obras en las que el espacio era un elemento fundamental: Reducción (2005) transcurría en uno de los baños del Malba y trabajaba sobre la arquitectura en una espacialidad muy diferente a la de los teatros convencionales, mientras que 10 diez x (2002) estaba planteada como teatro de cámara, una pieza para pocos espectadores pero con una escenografía gigante. “Acá desde el principio pensé que teníamos que entrar en la situación del gueto. Por eso cuando el espectador ingresa a la sala ya se encuentra con la actriz ahí en la puerta, sentada frente al espejo, entonces de a poco se va generando la sensación de encierro. Esa experiencia sensorial física sólo te la puede dar el teatro, ninguna otra disciplina. A mí me gusta mucho trabajar sobre sensaciones y dimensiones”, destaca.
La sensación de opresión está presente todo el tiempo pero se enfatiza en los momentos protagonizados por la Mujer Histórica. Buffay coloca todo su oficio en un personaje complejo que narra en primera persona el horror pero también los destellos de luz que ha sabido encontrar en un camino de penumbras, donde todos parecen haber sido despojados de la esperanza y la humanidad. Zappelli le aporta a la pieza momentos de frescura y una respiración necesaria considerando la carga dramática del texto; la actriz genera un vínculo con el espectador desde su presente pero también a partir de ese alejamiento voluntario de lo humano para abocarse a sus únicos aliados, los insectos. Casavalle cuenta que la idea inicial era hacer una lectura en El Extranjero, pero llegó el aislamiento por la pandemia y empezaron a ensayar a través de Zoom. “Es un texto que te permite investigar y abrir campos expresivos todo el tiempo; no es un texto cerrado y eso es lo lindo de esta obra”, apunta.
El programa de mano incluye una dedicatoria a Hedy Crilla. Cuando se le consulta por ese detalle, el director cuenta que quiso devolverle gratitud a alguien que se moría en el mismo momento en que él empezaba a estudiar teatro. “Yo arranqué en el estudio de Agustín Alezzo, estaban todos muy conmovidos por su muerte y él siempre nos contaba que Hedy Crilla era una austríaca judía que pudo escapar de los alemanes, llegó acá y forjó su carrera. Fue amiga de Stanislavsky y maestra de todos los que introdujeron el método acá: Augusto Fernandes, Carlos Gandolfo, Hugo Urquijo, Agustín Alezzo. Con la pandemia terminó de morirse buena parte de esa generación. Su biografía tiene muchos puntos de contacto con esta historia; ella no vivió en el gueto, pero de alguna manera sobrevivió a través de las clases para niños. Eso le permitió vivir muchos años más, en contacto con lo primario. Me viene la imagen de un documental sobre Peter Brook donde él hace títeres para los nietos. A veces se menosprecia el teatro para chicos, pero es re importante porque ahí es donde empieza todo”.
Por Laura Gómez
Moje Holka, Moje Holka
Dramaturgia: Amaranta Osorio e Itziar Pascual / Dirección: Alejandro Casavalle
Actúan: Alma Buffay y Marianella Zappelli
Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378.
Domingos a las 15.30. Entradas: $800. Los espectadores pueden elegir un almuerzo en el bar del teatro antes de ver la puesta o una merienda luego de la función.