Caerse a pedazos
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Caerse a pedazos

Asumiendo una forma descarnada, Rota de Natalia Villamil, dirigida por Mariano Stolkiner, transita la femicidio y sus daños colaterales desde un punto de vista incómodo e inédito.

20 de abril de 2022

¿Cómo se levanta por la mañana la madre de un pibe que mató a su novia? Y ¿después que ese mismo hijo se suicida? Estas son las preguntas que este unipersonal, escrito por la dramaturga Natalia Villamil, pone en escena. Los sábados a las 20 hs en el Teatro El Extranjero, la actriz Raquel Ameri, más que poner el cuerpo en escena, lo entrega en su totalidad. 

Cuando oímos de un femicidio no siempre podemos dimensionar todo lo que se rompe con una violencia de esta magnitud. Ahí es donde el arte intercede para abrirnos la piel y plantearnos interrogantes necesarios si queremos vivir en una sociedad que no aísle el horror, sino que lo abarque desde un punto de vista estructural y sensible. 

Rota elige contar un femicidio desde un lado incómodo: el de la madre del victimario. La astucia de la puesta del  director Mariano Stolkiner es no ocultar. Esta mujer está a la vista. Apenas entramos a la sala, la vemos en el centro de la escena, sobre una tarima, cercada por luces de neón rojas, eléctricas, urbanas. Rojas peligro, urgencia. Rojas sangre. 

El personaje no finge demencia. Todo lo contrario: siente los ojos puestos en ella aún cuando no lo están. Es el cuerpo de alguien que se siente observado y juzgado constantemente. A sus espaldas, hay un paredón con solo tres palabras grafiteadas. “Hijo de puta”. Así dice la calle, pero esta vez entendemos algo más: es el hijo de ella, de esta mujer que nos mira de zapas, tierra, remera y jean.  

La dramaturgia no está articulada a partir del descubrimiento de los eventos por parte de la protagonista. Ella ya lo sabe, y el hilo conductor de fondo es su proceso, el de intentar comprender cómo pasó, cómo ese niño al que le decía cariñosamente “perrito” se volvió un animal capaz de matar. En su búsqueda, utiliza todos los medios que tiene a disposición. Es un hacer memoria activo, frontal, desde el cuerpo y al cuerpo. Contiene el caos y el desvarío del pensamiento, pero siempre regresa al detalle más terrenal. 

Entre los comentarios post-función en el pasillo del teatro, una espectadora sintetizó el argumento de la obra: “una madre, haciéndose cargo… de alguna manera”. La culpa de esta mujer, de que su hijo se volvió monstruo, es una arista dentro de la obra no menor. Este costado pone en jaque nuestro sentido común:  ¿es, efectivamente, su culpa? Socialmente, ¿por qué tendemos a cargar toda la responsabilidad por los actos de los hijos a sus madres?  

La obra interpela directamente, sume en la contradicción como también en la empatía. Sin lugar a dudas, este terreno tan fértil y rico se debe a una constelación de decisiones afortunadas. La escritura de Villamil es crudamente poética y la actuación de Ameri, extraordinaria. La actriz centra la construcción del personaje en el cuerpo y crea todo un mundo de gestualidad a partir del movimiento mínimo, como la boca apenas entreabierta o el pecho expandido pero tieso. Desde ahí, su personaje salta, despliega, ataca. Pero no está sola: el ambiente sonoro y lumínico se tiñen de ella y viceversa. En este sentido, hay una retroalimentación constante entre la actuación, la música y la iluminación que generan climas de terror y violencia como también oníricos.  

Les espectadores no salimos indemnes de esta obra. Pero puede que de eso se trate, de descubrir nuestras hilachas, asumir que como sociedad no estamos enteros. En los bondis, en los trenes, entre nuestras familias y amistades, está lleno de rotas y rotos. Si queremos empezar a repararnos, ¿no será hora de mirar con otra luz nuestras roturas? 

Por Laila Desmery 

 

Rota 

Dramaturgia: Natalia Villamil 

Dirección: Mariano Stolkiner 

Actua: Raquel Ameri 

Teatro El Extranjero – Valentín Gómez 3378 

Sabados 20 hs 

 

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