Llorarlo todo, pero llorarlo bien
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Notas

Llorarlo todo, pero llorarlo bien

Tomando la arquitectura del Bar Rodney como dispositivo escénico De la mejor manera se hunde en el dolor de dos hermanos que acaban de perder a su padre. Develar lo sensible a plena luz del día.

21 de septiembre de 2022

¿Que otro factor más neutralizante habrá para el varón que la muerte del padre? ¿Queda ahí al descubierto su búsqueda de identidad fálica, ya que, lamentablemente no tendrá donde mirarse y/o apoyarse en algún ejemplo que inmortalice su condición de “macho” inútil e incansablemente buscada para ser? 

En la previa ácida del velorio, sucede la obra “De la mejor manera” dentro del bar Rodney que plantea un quiebre en la vida de dos hermanos tras la reciente muerte de su padre. Quizás en la soledad del bar frente al cementerio, Miguel y Laureano asistan a la muerte de sus propias vidas y a dar por difunto a todo lo sucedido hasta ahí. En el bar, donde históricamente se despliega el universo masculino y acontece esta obra para que todo el “realismo pop” se choque de frente con todo el dolor de esa familia.   

Con 50 funciones realizadas conversamos con lxs integrantes por la compañía “La mejor de la Paternal”: Jorge Eiro, Federico Liss, David Rubinstein y Ana Clara Barboza (asistente de dirección) acerca de la construcción del material en sus inicios, la experiencia de hacer la obra en un espacio no convencional y en que se transforma la obra luego de tantas funciones. 

Empiezan a ensayar sin texto… ¿Qué aparece ahí? 

Nosotros queremos laburar juntos, como grupo. Ahí empezamos a poner a prueba un vínculo de dos hombres. En una sala falopa, una casa medio abandonada. Más allá de las ganas o el deseo, le eludimos a cualquier cuestión oficial. No teníamos escenografía, no teníamos nada, era solamente actuar y la comunión. Apareció una casa en Constitución, una tremenda casa abandonada, eran excusas, solo excusas, para poder producir sin depender un carajo de nadie. No estoy desestimando lo oficial ni lo comercial ni nada, pero digo, es más la trinchera. 

Nadie los apuraba... 

Claro, nuestras urgencias eran juntarse a ensayar. Somos 4 personas que desromantizamos ciertos procesos: nos dijimos …. piano, piano, a ver que aparece, no estemos en el afán de que en 4 meses “me gustaría que esté la obra” si no como usar toda la caja de herramientas, salvo la ansiedad a favor.  Nos interesa algo de los procesos creativos más lentos, de filmar cada ensayo y poder decir “este momento está buenísimo” veamos que se puede desprender de esto o qué pasa si podemos enrarecer más el habla, ¡eso empezó a abrir mundo! 

¿Cómo aparece el mundo gitano en la obra? 

El tono trae nombrarlos. Apareció algo judaico. ¿Qué son? ¿Judíos? ¿Gitanos? ¿Este es Paraguayo? Hay algo de ese crisol… Afanamos algo del histrionismo de una comunidad. Ahí sí le robas al cine o llamémoslo teatro en espacios no convencionales, aparecen esas posibilidades que no te da el teatro de sala y lo digo habiendo mamado la leche materna del teatro de sala.   

Y empiezan a probarla… 

Hay algo ambiguo. Cuando empezamos a hacerla nos decíamos ¿para qué mierda hacemos esto?  Pero cuando se bancaba la historia con la actuación y que veíamos que actuar afuera, en la calle, no era más importante, la calle era un elemento más, el afuera es una escena más. Ya no nos da miedo, eso es adrenalina que inyecta a los actores. Un día alguien en la calle le pide fuego a Fede, otro se cayó con la moto en la puerta. Un pibe nos pide comida. Pasan esas cosas y nos hacemos cargo.  

Algo en la actuación cambia con el Rodney… Abre posibilidades… 

La actuación es controladora y hay algo en ese control que abre la posibilidad del peligro… de algo más azaroso. Y nos dimos cuenta que no hay que controlar nada. El comienzo es una apología al tiempo, un día ensayando, viene Harry el dueño del Rodney, se sube con la camioneta a la vereda y empieza a bajar los cajones y nosotros miramos y dijimos: “se puede hacer eso”. Vamos con Swatt, vamos con el Banco Rio. Vamos con el atraco. Ahí aparece también el fenómeno tipo Juan Moreira, el público a fines del XIX creyendo todo. Viene gente grande y terminan conmovidos.  Y nos decían: “Qué lindo ver a uno contra uno... Que buen mano a mano… Ah mirá la que se les armó… una de tangueros. 

La muerte del padre, los diálogos, más allá del dolor de los personajes, el mundo masculino está atravesado por algo que pareciera que está en extinción… 

Somos conscientes de eso y lo hemos hablado. En algún momento, uno de los personajes dice: “Lloremos ahora que podemos”. Es hétero en ese sentido. No está puesto como critica, esta puesto como un recorte nuestro, ficcional. El arco que tiene la obra muestra una prehistoria de lo que se ve y hay acumulación, hablo más técnicamente, hablo de actuación que es lo que nos interesa explorar y hundirnos en ese problema que es lo escénico. Al mismo tiempo es como si te dijese, los mandatos, la fragilidad, los tabúes, eran temas que no nos interesaban que estén en la primera línea. Un poco nosotros, los chabones, empezamos a ver que se desprendan esos temas de la ficción más llana. Darnos cuenta del “no pueden llorar” o “unos chabones que comparten una misma mujer”, quizás ahí el material se vuelve más de la literatura, más lejano a nosotros, pero es una masculinidad que sigue existiendo, nos interpela eso de blanco-cis-hetero porteño, nosotros tenemos otro vínculo con el dolor quizás o con los mandatos. Es masculina, no hetero, asquerosamente masculina. De un tipo que le habla todo el tiempo de la pija del otro y se la toca, eso algo muy de los chabones, entre mujeres ni en pedo se agarran la concha. 

Es telenovelesco, dos tipos llorando, sosteniéndose en el dolor uno con otro. 

Nos interesaba que algo de eso esté, mostrar la intimidad de dos tipos: de que hablan, de que discuten en el café y que no sean denunciadas en la obra, que esos temas se desprendan y no que lo estemos nombrando. Nos interesaba eso, que salga por decantación. Acá hay dos hermanos y una familia con un secreto familiar turbio y pesado.  ¿Qué hacemos? ¿Seguimos esta línea? Y todas esas discusiones en el medio del velorio recordando lo genial que era papá. El material hoy provoca discutir algunos temas pero que no sea la obra que los ponga como tema. Hay un tensiómetro que nos obliga a ser conscientes de hasta dónde. Hoy podemos dar esa discusión, al calor del cambio de paradigma, si esta obra se hacía diez años atrás era solo mostrar este mundo y eso no generaba estas discusiones. Hoy mostrarlo así, permite que se puedan desprender un montón de análisis, como vemos a los hombres, a estas comunidades, etc. 

¿Cómo es la experiencia de una obra con 50 funciones en un bar?

Somos el under del under. Pero no por jugarla de contracultura. La discusión hoy está en el empresariado teatral, sin nombrar teatros, se vuelve una máquina de hacer chorizos y si en cuatro funciones no hay mucha gente “chau”. No se bancan los procesos, la décima función de la obra y la función cuarenta son dos materiales distintos. Uno pensaba que con 10 o 15 años de profesión las cosas iban a ser distintas y son más parecidas al principio. Fuimos al extremo con esa condición, pero con la experiencia de los años y entre otras cosas elegimos no laburar con prensa y que la obra vaya creciendo en su propio mito.

Es imposible que pasen estas cosas si no es en el Rodney. Es una obra rockera y a la vez es muy profesional, sin dejar de ser amateur. El camarín es un auto y es la calle.Caminamos por Warnes para pasar letra. Hace frio. Ahí la actuación esta sensible. Nosotros recibimos subsidios para esta obra, pero lo que hay que discutir es donde entran estos formatos de producción que no se están viendo o no tenidos en cuenta, somos artistas precarizadxs.En definitiva, esos subsidios que recibimos siguen siendo insuficientes para la producción en teatro ¿Por qué el anhelo de otras instancias consideradas mejores y no ganar plata en los lugares independientes que nutren del mayor prestigio al teatro?

Ustedes fueron a buscar esto que tienen…

Sos un marginal, para hacer lo que querés.

Se dan un gusto estético. Tienen la posibilidad de ampliar los márgenes como artistas, de lo que quieren que suceda con la obra. La calle nutre, el cementerio nutre.

Nos encontramos con un montón de condiciones únicas en el Rodney. Con Harry el dueño, en la primera charla medio solemne fuimos con el planteo de hace un 70/30 , y nos dice “yo no quiero vivir de los artistas me dice, que la gente venga y consuma, ustedes cobran lo que quieren”. Nos dejan las llaves del bar. Todo lo demoniaco es angelical. Se genera como un ritual de ir a un bar a ver la obra y quedarse. Que llegue el rock.

Desde lo creativo, el material no tiene techo…

No le vemos finalización al proceso creativo. Cada función es la posibilidad de seguir metiendo la cuchara para generar más niveles en el vinculo de estos dos y en la trama. Y eso no solo lo notamos nosotrxs, si no también el público que vuelve a verla, el placer, el goce y el disfrute que sentimos acá, que la obra pueda seguir mutando hacia donde queremos. Acá nos emocionamos al actuar, de verdad. Somos felices porque sentimos que el lugar nos encausa, entonces lo que hacemos tiene más sentido.

Ricardo Tamburrano

De la mejor manera - Sábados y Domingos 19:30hs

 

Actúan: Federico Liss, David Rubinstein

Dramaturgia y dirección:  Jorge EiroFederico LissDavid Rubinstein

Bar Rodney (Rodney 400) - Entradas $900

Ricardo Tamburrano Autor
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