Guadalupe se pregunta ¿Qué hago acá? Es madre y cultiva el vínculo con las madres del jardín. Su marido es diseñador gráfico y está a punto de extinguirse en su oficio, entonces ella se empodera y resuelve las cosas que él no puede. El presente de Guadalupe es una suerte de laberinto. Con esa intensidad se desarrolla la obra, con una lupa que entra en el cotidiano de un personaje tan lúcido y entrañable como desesperado por pasarla bien.
En su primera experiencia al frente del unipersonal, Verónica Pelaccini, actriz de un extenso recorrido por los escenarios de Buenos Aires, transita en cuerpo y alma a esta mujer actual de clase media, con una potencia sensible y arrolladora desplegando todo su talento creativo.
La obra escrita y dirigida por Lautaro Vilo nos interpela sobre el uso del tiempo, sobre las maternidades, sobre los vínculos que elegimos y, sobre cuales nos tocan y no sabemos qué hacer. La dupla Pelaccini/Vilo se consolida con esta gesta creativa dentro y fuera del escenario asegurando que “La idea narrativa de la obra tuvo que ver con el vínculo, que es gracioso de hacer en tanto somos marido y mujer”.
¿Cómo empieza el proceso creativo de la obra?
Lautaro Vilo: Como todo trabajo de dramaturgia, empezó con una detección de conflictos. Entonces apareció la idea de la infidelidad, tenemos el conflicto, pero donde sucede. Ahí pensaba ¿Qué es más conflictivo? ¿Qué cosa puede colaborar a tensar el elemento? Por ejemplo, te cruzas con alguien en el subte, tenés una historia, pero es un perfecto desconocido, no sirve, tiene una dramaticidad pequeña. Entonces buscando ese partenaire del affaire, lo que se conectó es algo que tiene que ver con la paternidad y que para mi fue un descubrimiento. Ese momento cuando tus hijos entran en la escolaridad. Ahi te encontrás con gente que oficia de lo mismo que vos. Que son los mamu papu amigxs. Los compañeros de trinchera. Porque estas atravesando lo mismo, para mi algo de eso es la definición de la amistad. La inmediatez del vínculo genera una profundidad, en ese horizonte, terminas siendo amigo de gente que a priori si no hubiera mediado la situación de paternidad, es muy probable que ni siquiera te tomes una cerveza jamás. Sos amigo de alguien que se dedica a una cosa completamente distinta. Ahí se empezó a armar el mundo de la obra.
La sensación es que a Guadalupe no le queda otra que escuchar lo que le pasa al otrx.
Verónica Pelaccini: Me siento totalmente identificada en esas escuchas, en un momento Guadalupe dice: “Yo acá tendría que estar haciendo otra cosa y sin embargo estoy acá. En este examen de Tae Kwon Do, que iba a empezar a las 4 y empezó 7 y media y estoy charlando de cosas que no me interesan y si no fuera por esto no estaría acá”. Me fui haciendo amiga de Guadalupe, o sea, Verónica se hizo amiga de Guadalupe. Como me podría haber hecho amiga de otra mamá amiga de la escuela. No hubo ningún análisis de personaje como quizás en algún momento hubiera hecho con otros trabajos, me metí de lleno en la lectura de situaciones que le pasan al personaje. Yo siento que al personaje y a mi como amiga de otras mamas del colegio de mi hija, no tengo forma de prever las cosas que me van pasando. En ese sentido, siento que es una historia extraordinaria en alguien más bien ordinario, en alguien común.
¿Te pasa eso de querer estar en otro lado del que estas en ese momento?
V.P.: Me pasa mucho… me pasa a veces que digo que hago que estoy hace 30 minutos escroleanto Instagram… Y Guadalupe, la rema, no es una mina bajonera. Se sorprende con lo que le pasa y trata de superar las circunstancias. Le pone su moral al servicio de su vida, va para adelante, a pesar de todo lo que se le va atravesando en el camino. En un momento se le quema la cabeza, la vida, el corazón. Sin embargo, no es una historia que se quede con el “de que se trata”. Por la escritura y la puesta, tiene mucha poética la obra. Siento que la obra no es ingenua, que tiene muchas capas el material.
Una protagonista mujer, empoderada… ¿la escritura está atravesada por el feminismo?
L.V.: No pienso en esos términos. Aplicar esas categorías a las instancias narrativas es una especulación de marketing. Jamás diría que esta obra es feminista. La protagonista es una mujer que reacciona presa de una pasión que no la deja detenerse. A mí lo que me interesa es la historia, después si tiene una reververancia epocal me parece bárbaro. De hecho, hay una adhesión donde el personaje de la obra –Guadalupe- le dice al marido lo que tiene que hacer porque el marido no tiene ni idea. Y cubre lo que el marido no hace con esas horas que no se pagan.
No lo hubieras escrito en otro momento…
L.V.: Tiene que ver más que ver con lo experiencial de la paternidad, de cómo son los vínculos, de cuál es la idea de lo que hoy todavía sobrevive de la institución matrimonial. En un momento el personaje Guadalupe dice: “decime alguien que no esté tomado por el trabajo”. Nuestra generación que somos padres tardíos, estamos en una edad productiva en un momento en el cual se están terminando los trabajos, por eso Sergio –el marido- es diseñador gráfico se está quedando sin trabajo, ¿Por qué? Porque existe Canva. Hice un texto para un cuerpo, nunca hubiera escrito algo asi si no tenía la certeza que lo iba a actuar Vero, donde yo sabía que le podía pedir a ella que haga esto y que lo iba a hacer bien.
Como te llevas con eso que dice Lautaro, “Verónica lo va a hacer bien”
V.P.: Bárbaro me llevo. Porque tenía mucho miedo, pero tenía muchas certezas de que era un material que queria transitar. Esto es mío y tengo miedo, ¿Qué hago? voy para adelante, el miedo es inevitable, se me iba cuando comencé a ocuparme de hacer lo que tenía que hacer, releyendo el material, desglosarlo como en cine. Confió mucho en la mirada de Lautaro. Y no sentía una mirada de marido “vamos cariño tu puedes” o una mirada de director que tenía que ser condescendiente. El tenia las luces altas de la ruta y el recorrido en su cabeza para ir guiándome. Siento que la obra es un vestuario hecho por un diseñador groso, una obra para este cuerpo, para esta voz… para esta persona que soy. Y que la escritura está hecha a medida para que pudiera usar todos los ángulos. Y eso se siente.
Veronica, vas por los 30 años de trayectoria como actriz y la primera vez que haces un unipersonal…
V.P.: Mira, conduje programas de televisión de dos horas en vivo a Latinoamérica, no le tengo miedo a la Martin Coronado, proyecto la voz, ocupo el espacio, actué con muchos de lxs grandes como pares, pero el unipersonal era un terreno desconocido para mí. Me preocupaba que fuera un acto de exhibición. ¿Cómo voy a hacer si no voy a actuar con alguien, sino ante alguien? Y el día del estreno reactualice algo que era que iba actuar con el público, ahí se me acomodaron los prejuicios, los paradigmas. Y sentí que era un acto en común con el público. Y comprendí algo que Lautaro me dijo es que Guadalupe no cuenta, sino es que son situaciones que la superan.
L.V.: Lecoq decía que la palabra es una emergencia del cuerpo. Si bien, el unipersonal tiene este acuerdo de que nadie le va contestar al interprete. Comprender que esa narrativa que aparece a través de esas palabras como algo que al personaje lo está atravesando y que está tratando de sobreponerse, más que algo que estas ilustrando con palabras para ser observado. Aquello que se dibuja es el resultado de una emergencia.
Teniendo en cuenta la gran cantidad de oferta cultural ¿Qué análisis hacen del público?
L.V.: Esperamos que el público venga. Es toda responsabilidad nuestra que venga y que no venga. Uno podría decir que está muy difícil con Netflix. Las tecnologías del entretenimiento van en contra de lo teatral. El teatro tiene que servir para entretener, conmover y divertir. El espectador viene a pensar al teatro, a hacer pequeñas inferencias que provocan sentido y eso provoca la emoción. El contagio emocional se provoca por un éxito intelectual. Me acuerdo mucho de las obras que me hicieron imaginar cosas, porque lo que me acuerdo es lo que me hicieron imaginar. Y eso es lo que nos garantiza inmortalidad, en términos de teatralidad.
Es una obra que toca temas distintos temas relacionados con la cotidianeidad pero también con la profundidad de la existencia…
L.V.: Que la obra hable de temas prestigiosos en el campo intelectual no tiene ninguna relevancia en términos teatrales. Tiene que validarse ahí. Hay algo de la especificidad me preocupa. Heiner Müller decía que el teatro cuando acontece no sucede ni en el escenario ni en las butacas, sino en el aire que hay en el medio. El teatro no sucede siempre. A veces hay función nada más. A mí me parece una idea muy poderosa para pensar cuando hago teatro. Uno dispone algo para que el teatro suceda. Asistir al teatro es contracultural y si asisten, se vinculan con la obra quizás el teatro acontezca. Estamos en una era que es de todo menos simple. Manejamos una cantidad de referencias enorme. Cualquier persona que se siente a ver una obra de teatro hoy tiene una cantidad de referencias culturales variopintas, conectar con toda esa complejidad ya es un montón.
¿Qué es un acto creativo para uds.?
L.V.: Hay algo que me pasa cuando escribo y que también la tuve en el proceso de ensayos, que es el camino de ir descartando cosas que se te ocurren hasta que algo que no sabes de donde viene empieza a acontecer en el cuerpo. Cuando nació mi hija tuve una sensación, la emoción de llorar por verla. Toda esa emoción estaba pasando a través de mi cuerpo. No era Lautaro llorando por ver a su hija. Sino era una emoción que estaba en mi cuerpo y tenía que hacer fuerza por controlarla, por seguir estando parado para recibirla, sino me tiraba al piso. Era una energía que transitaba a través de mi cuerpo. Los actos creativos tienen algo de eso, uno va escribiendo, va ensayando y de pronto algo que no se sabe de dónde atraviesa el cuerpo. Para que eso suceda hay que ir descartando un montón de cosas. Cuando el proceso de ensayos va iluminando un organismo, una obra viva, un sistema, como sea llamado, se siente de manera intuitiva y ahí aparece la sensibilidad del artista para que lo perciba.
V.P.: poder resolver con los insumos, las asociaciones y la disponibilidad del corazón. Unir esos extremos que no están predeterminadamente pensados, expuestos, apoyados o señalizados para que sean unidos. Y que lo que se logra genere en quienes participan una pequeña sensación de felicidad.
Domingos 20:30 hs.
Cultural Moran – Moran 2147
Actúa: Verónica Pelaccini
Dramaturgia y direccion: Lautaro Vilo