Suenan canciones de los programas de Cris Morena a todo volumen y Gabriel Gavilá hace la coreo mientras anuncia el número de temporada y los protagonistas que desfilaron ese año por el ciclo. Así recibe a los espectadores de su unipersonal, Rudo, en el bello espacio situado en el barrio de Belgrano, La Sodería. Chiquititas, Rincón de luz, Casi Ángeles o Floricienta forman parte de la educación sentimental de varias generaciones: muchxs se criaron viendo esas historias repletas de huérfanos sufrientes que encontraban un lugar de pertenencia en los lazos de amistad, en el baile y en esas historias de amor construidas bajo la estructura del tradicional cuento de hadas. Gabriel fue uno de esos chicos y siempre quiso vivir en primera persona uno de esos relatos idílicos, pero la vida rara vez se parece a las ficciones juveniles. En Rudo narra la contracara de esa épica crismorenista: el unipersonal recorre toda su biografía, desde la infancia en la que quería jugar con Barbies o el caballito de Mi Pequeño Pony pero lo único que conseguía era que sus padres le regalaran un muñeco Ken o la mascota de He-Man, hasta un presente en el que logró tener su casa propia y forjar vínculos con los que se siente más cómodo.
Gabriel nunca encajó, siempre estuvo en los márgenes por ser “puto, gordo y no hegemónico”, siempre se sintió fuera de lugar con las chicas o los chicos. Todos nos sentimos alguna vez como sapos de otro pozo; no es una sensación linda, pero cuando esa sensación atraviesa toda una vida puede ser insoportable. Rudo enlaza con humor, sensibilidad e inteligencia las escenas biográficas con breves audiovisuales en los que se expone la metáfora entre su periplo personal y el devenir de un cactus que agoniza en el baño de su casa por falta de riego. También hay espacio para la narración de leyendas populares y algunos cuadros musicales en los que despliega su conocimiento de las coreos pero no sin darles una impronta personal. “Todo, todo, todo, es tuyo si querés/Con una sonrisa mirá qué fácil es/Pronto se contagia/Se hace carcajada/Y ya... no me duele nada”, canta con bronca mientras patea el aire. Rudo propone también la relectura de una época –la década de los ’90– y lo nocivo de ciertas ficciones que fomentaron la idea de que todo es posible con tan sólo una sonrisa.
La historia de Gabriel es la de muchxs, y esa es una de las razones por las que decidió hacer esta obra con entrada libre y gratuita, “para que nadie se quede afuera”, con el convencimiento de que “a alguien le puede servir”. Rudo narra con crudeza episodios dolorosos pero no se regodea en la tristeza ni apela al golpe bajo; lo que cuenta es verdadero y por eso genera identificación, porque somos humanos y en algún momento atravesamos algo parecido. El protagonista pudo transitar eso y, a su manera, con tropezones y terapia, superarlo. Desde ahí narra esta biografía. Su relato visibiliza el recorrido de muchxs que durante demasiado tiempo tuvieron que vivir ocultxs, bajo la alfombra, aplastadxs por esa selva que es la heteronorma, pensando que eso que sentían estaba “mal”. “Mi primer encuentro sexual había sido un fracaso: un tipo que yo no conocía, un lugar incómodo y mi inexperiencia. ¿Qué pasaba con todas esas primeras veces de las series de Cris Morena en donde todo es perfecto? Por algún motivo empecé a pensar que eso no era para mí, como si yo no me lo mereciera”, confiesa Gavilá después de hablar del debut sexual fallido acordado con un hombre de 40 años en una hot line y de narrar otras experiencias en boliches gays como Contramano o Amerika, en las llamadas “teteras”, en cines pornos o saunas. “Lo que me hicieron sentir siempre es que yo era diferente, que no merecía vivir una historia de amor como cualquiera, que tenía que buscar mi disfrute en esos lugares, que cuanto más oscuros mejor. Gordo y puto. Mi goce no estaba legitimado”. Esta obra revela que hoy estamos parados en otro lugar, un lugar que ni por asomo es la perfección pero sí uno un poco más amable, donde se puede hablar de ciertos temas con más libertad, donde hay menos prejuicios con el cuerpo o el deseo y mayor conciencia de que existen múltiples opciones a la hora de vivir, ser y sentir.
Por Laura Gómez
Dramaturgia, dirección y actuación: Gabriel Gavilá
La Sodería Espacio Artístico Fabril, Vidal 2549
Domingos 18 hs. Entrada libre y gratuita con salida a la gorra.