A veces, lo interesante de una película no se da solo por la capacidad para resonar en otros lenguajes artísticos con la pregnancia de sus formas -en este caso la arquitectura y la música-, sino por los problemas de actualidad que nos puede traer. En este caso, Tár (2022) arroja preguntas que están a tono con nuestro tiempo, abre debates pero sin la necesidad de tomar un partido o instalarse en una posición. Se interesa más por generar un problema contemporáneo y escapar a un punto psicológico y surreal. Está más cerca de fugarse a un plano fantástico, extraño y distante que de dar una respuesta.
Tár es el apellido con el que se nombra a Lydia Tár, la directora de la orquesta filarmónica de Berlín interpretada por Cate Blanchett. Con un carácter de hierro, desde la primera escena se da muestra de la maestría actoral de Blanchett -con gesto estricto y preciso- y de la exigencia a la que se autosomete el personaje para llevar adelante una tarea asignada históricamente a los varones. Es en ese punto, en el de reconocer la diferencia de posibilidades, cuando Tár, en medio de una entrevista pública, comienza a colocarse en un lugar polémico. Tár no reconoce la diferencia con sus colegas varones, los "maestros" como se los llama y, puede citar colegas mujeres sin problemas. Desde su posición estratégica se refiere a la complejidad de las cuestiones de género en el presente. Sin embargo, su manera de ver las cosas tiene una vuelta de tuerca un poco más extraña: en medio de una clase se envalentona con un estudiante que no quiere oír o interpretar Bach porque era un varón cis blanco heterosexual. Allí Tár -con una asumida posición de mujer blanca, lesbiana, norteamericana y desbordada por la pasión del arte- discute con un estudiante negro y pansexual, a la vez que lo insta a salir de “la trampa de la identidad”. La discusión de si el autor puede llegar a ser más importante que la obra es de plena actualidad. En ese caso, cabe destacar, se trata de un punto absurdo e irreversible en el que el criterio con el que se quiere eliminar a Bach imposibilitaría directamente oír música clásica. Esta fantasía de eliminar del mapa a “un maestro” -acusado de excesos sexuales o de género, en definitiva de poder- se torna la cuestión que queda flotando en el aire.
La cuestión del poder está siempre en cualquier lugar, eso es lo que se ve en Tár. Hay ejercicio de poder en cada momento, el poder se construye en cada vínculo y cada relación. Hay vínculos transaccionales que permiten acceder a cosas y otros que no. Hay un sistema de expectativas alrededor de los puestos de orquesta que son -como todo en el mundo- limitados. Es en ese punto, el conflicto se da en otra escena pública con una asistente que podría ser reemplazo para un puesto importante y una música que se suicidó tras una relación tormentosa con Tár. Allí, cuando aparece la cancelación y a Tár se le hace la noche, también se pierden los nudos que unen realidad y fantasía.
Tár se escapa en el final a alguna zona por fuera del imaginario euro-norteamericano. No se sabe, si tiene que ver con los ícaros del Amazonas que parecen escucharse al principio y se ven como ensoñaciones o se trata de alguna zona de Tailandia a la que tuvo que exiliarse luego del oprobio. La película no está buscando una respuesta en otras culturas, construye imaginación y fantasía con aquellos problemas que nos atraviesan en la realidad.
Por Lucas Martinelli
Título original TÁR
Año 2022
Duración 158 min.
Guion y Dirección Todd Field