Actor, director, dramaturgo y también militante político Lautaro Delgado es un artista que no deja vacía ninguna zona de su oficio. Tomando como punto de partida Un Domingo en familia de Juan Pablo Gómez, donde se narra un suceso de la militancia de los 70s, Delgado reflexiona sobre las prácticas políticas más recientes y su nexo inevitable con las dimensiones sensibles.
Antes de dar cualquier respuesta Lautaro Delgado Tymruk se demora hacia adentro en su pensamiento para que sus palabras tengan un efecto en el interlocutor, -en este caso el periodista- en la incesante búsqueda de decir lo justo, lo certero, lo bien pensado. Se nota su militancia para que en el decir haya peso. Que nada quede librado al azar. Esto se ve reflejado en su historia como artista. Lo conocemos como actor, sin embargo, también es dramaturgo, recibido en la EMAD, estudió en la Universidad del Cine, acaba de terminar el CBC para Artes Combinadas y desde los 9 años juega con una cámara para producir sus propios cortometrajes.
Nos encontramos con un artista inquieto y sensible, con compromiso político y estético por sobre todas las cosas y valorando la calidad humana de quienes lo acompañan en sus proyectos.
En estos momentos actúa en la obra Un domingo en Familia, de Susana Torres Molina, dirigida por Juan Pablo Gómez, que fue estrenada en el Teatro Cervantes en el 2019, bajo la dirección de Alejandro Tantanian. Un recorte revisionista, sobre un hecho histórico en la militancia Argentina en los años 70, que busca tener rebote con la actualidad.
¿Cómo llega el material de la obra? ¿Y cómo fue el proceso creativo?
A mí me convoca Juan Pablo Gómez, conocía su trabajo y me interesaba poder trabajar con él. Cuando me llega el texto realmente no sabía cómo se podía actuar ese discurso, porque es un texto expositivo. Es por un lado un collage de discursos de Perón… de Firmenich… y también hay formas poéticas que me tocan más a mi desde lo discursivo. Y me preguntaba cuando me llega el texto ¿Cómo se actúa eso? Juan Pablo lo planteó desde la imposibilidad de llevar este texto a escena y queria probar, algo que sucede en este tipo de obras que son obras donde la experimentación está por encima de todo en el ensayo. No es un relato Aristotélico de principio, medio y final. Si bien, es un texto que está roto es un collage de discursos, donde hay muchos que son reconocibles. Lo que empezó a sonar en los ensayos es que sea una confusionia, una sinfonía confusa de voces. Entonces apareció la idea de las palmas, de hacer una especie de foley, este es un procedimiento que se utiliza en cine: los pasos de una persona caminando por la calle, son emulaciones de sonido de situaciones que se ven en la pantalla. Y como es teatro, la reproducción de los sonidos se ve y la decisión que los elementos que no creen un sonido verosímil, en algunos se distancian y en otras son parecidos al sonido que se buscaba. La idea de las palmas, tiene que ver con eso de cuando un niño se pierde en una playa, se empieza a llamar a los padres o al niño perdido con las palmas, entonces eso emula como un llamado para los que no están, digamos, a la gente que se perdió -en la militancia-, volverlos a convocar.
También apareció la idea de no interpretar a los personajes, o sea, que aparezca esta cosa del “actor obrero”, o sea, como el texto es expositivo, no hacer la interpretación de Quieto, en este caso o de Perón, Firmenich… que haya si rasgos, quizás, gestos, que como intérprete uno pueda tomar pero que siempre se siga viendo al actor, que no haya encarnación del papel, sino que el espectador sepa que está viendo un actor que está exponiendo unos discursos. Y la confusionia, que propuso el director es interesantísimo porque es una época del peronismo de mucha confusión. De Perón que se presenta más ligado a la izquierda, con pensamientos totalmente revolucionarios y de vanguardia. Donde en el tercer mandato, es una cara muy distinta al de su primer gobierno: con un discurso totalmente contradictorio teniendo en cuenta el paso del tiempo. Como proceso fue interesantísimo. Y desde la dirección se generó algo de valorar el trabajo y no soltar la posibilidad de seguir probando cosas.
¿Qué te produjo interpretar a un personaje que solo tiene que transmitir su discurso?
Y algo nuevo para mí, que no sabía, hablando directamente de Roberto Quieto que es el personaje central de la obra. Un hecho paradigmático porque era de la conducción de montoneros, que pasó con muchos militantes: fue desaparecido y en su secuestro fue condenado a muerte por su propia organización. O sea que, si lo largaban en su secuestro, lo mataban sus propios compañeros. Hay un libro que habla de esto que se llama “Doble Traición”. Creo que ahí hay un debate o heridas dentro del movimiento que no están saldadas al día de hoy.
¿Cómo ves la militancia hoy en día?
Creo que no es la misma pero hay mucha militancia actualmente. Yo viví los ’90 y ahí hubo un desencanto con la política con Menem y De la Rúa. Y si creo que hubo un encantamiento a partir del Kirchnerismo. Y ahí vimos a la juventud tomando a la política como herramienta de transformación de la sociedad, eso es algo que para mí fue sorpresivo, realmente nunca imaginé lo que iba a pasar con Néstor. Con esto te quiero decir que mi formación no tiene nada que ver con el peronismo, mis lecturas y mis libros tienen más que ver con el anarquismo y después son más de corte socialista. O sea, que uno puede seguir criticando a Perón, a esas contradicciones y también que el peronismo es un movimiento que más movió a las masas populares, de todo eso habla la obra. En un momento hice una relectura del peronismo donde encontré un montón de conquistas sociales que realmente fueron impulsadas por el movimiento. Con sus contradicciones, con su feroz interna. También como el peronismo como significante vacío, porque dentro del mismo movimiento están Menem y Kirchner. Entonces hay que pensarlo como un movimiento popular y complejo. En eso, la obra dialoga mucho con el presente, es más, la obra convoca al presente, tiene un texto expositivo y estamos todo el tiempo mirando al público, ahí la obra dialoga, donde a veces encuentra coincidencias, rechazos y hay gente que la ignora y la expulsa también.
Concretamente… ¿hay gente que se levanta y se va?
Totalmente, es muy fuerte estar ahí actuando, hablándole a un metro de distancia que te saca la mirada, mira para el piso o te mira con cara de odio o empieza a hablar en voz baja. También hay algunos sonidos que son del presente, discursos de dirigentes políticos actuales y que no son los mismos que se presentaban en el Cervantes. El mundo cambio mucho de los 60/70 a la actualidad pero el modelo económico que se impuso en la dictadura es el mismo modelo que quieren impulsar sectores de la derecha actual que sigue operando. Ahora la gran discusión mundial, que va más allá de lo ideológico, esa es la gran batalla: las corporaciones o Estado. Lo más revolucionario que se puede plantear en este momento histórico, como si dijera tener un objetivo es llegar a un estado de bienestar, que para mi es lo que propone el Kirchnerismo. Con esta avanzada de las corporaciones con esta trasnacionalización, el no respeto a la soberanía y la independencia de cada país es abrumador, creo que esa es la gran batalla de nuestro momento.
¿Hacer la obra Un domingo en familia es tu forma de militancia?
Si, igual creo aunque cada cosa que hacemos tiene su ideología. Cada obra de teatro o cada paso que damos creando, donde se muestra la obra por ejemplo, las formas de producción dan cuenta de lo ideológico de cada persona. Claramente no haría un proyecto que choque con mi ideología, lo que más me interesa de hacer Un domingo en familia, es la porosidad discursiva y que el espectador encuentre fugas de sentido y asociativas, que lo traigan al presente. Por ejemplo, el personaje que hice en Kriptonita es una forma de militancia, donde la mujer maravilla es una chica trans que en vez de usar el lazo de la verdad usa un látigo, no está operada, tiene su genitalidad y no tiene tetas, lo que yo queria es que el cuerpo de Lady Di, (el personaje de la mujer maravilla en la película) fuera un campo de batalla discursivo sobre lo que es la identidad de género.
Filmaste más de 25 películas ¿Cómo ves tu carrera con el paso de los años?
Ser actor, director, dramaturgo, guionista en cualquier parte del mundo tiene su complejidad y acá en Argentina se hace difícil, hay muchos obstáculos a sortear. Mirá, hago cortometrajes con mis primos desde los 9 años y creo que esa es mi primera formación cinematográfica. Siempre me entusiasma la cosa del hacer nosotros, con mis primos, mi hermana, creo mucho en la autogestión. Desconfío totalmente esperar a que me llamen para trabajar. Cuando me preguntan si me gusta más el cine, el teatro o la televisión, lo que respondo es que a mí me interesa es el grupo de trabajo. Siempre fui una persona muy curiosa y eso creo que es lo que me mantiene activo. Empecé a estudiar teatro en el estudio de Alejandra Boero a los 9 años, cuando no era Andamio 90, estudié cine en la Universidad del Cine e hice la carrera de dramaturgia en la EMAD y ahora termine el CBC para artes combinadas. Con la obra Corazón del mundo, de Santiago Loza pude dirigir mi primera obra de teatro. Con Daniel Veronese, hice 5 obras y es mi maestro estético, teatral y actoral. A mi entender, en la actuación, como dice Roland Barthes, “lo cultural no tiene nada de natural estamos todo el tiempo actuando”: uno tiene su nombre, su forma de actuar social, su contexto histórico y el contexto cultural que coerciona sobre el comportamiento. La cultura coerciona el cuerpo, el comportamiento y el entramado de vínculos. O sea, actuamos desde nuestro propio personaje.