Su nombre oficial es Fuente Monumental Las Nereidas, pero a la hora de referirse a la estatua emplazada en Costanera Sur muchos optan por decir “la fuente de Lola Mora”, quizás un gesto de justicia poética para su escultora. La obra retrata el nacimiento de Venus asistido por las criaturas mitológicas hijas de Nereo y Doris, y fue inaugurada en 1903 en el Parque Colón –a pocas cuadras de Casa Rosada– tras varias polémicas por considerar las figuras desnudas libidinosas y ofensivas. En 1918 la censura moralista de una sociedad puritana impuso su desplazamiento al lugar donde hoy se encuentra, por entonces marginal ya que recién empezaba a urbanizarse. Muchos dudaban de que la creadora fuese una mujer y se escandalizaban cuando veían a Lola trabajando en pantalones sobre los andamios.
Algo de eso retomó el dramaturgo Carlos Vittorello para escribir Lola Mora, obra dirigida por Leandra Rodríguez y protagonizada por María Marchi junto a Hugo Cosiansi y Junior Pisanú en el Teatro Payró, con diseño lumínico de Damián Monzón y vestuario de Susana Zillbervarg. La pieza narra los últimos momentos en la vida de la escultora a través de una sucesión de imágenes evocadas por la protagonista, quien se reencuentra con su marido –otro escándalo para la mentalidad de la época porque ella le llevaba 17 años– y un diseñador de su misma generación.
Rodríguez cuenta que al inicio del proyecto sabía muy poco del personaje, entonces tuvo que documentarse con varias biografías: “La obra de Carlos trae como novedad verla a ella grande, como no lo imaginamos. Tuve que salir a corroborar lo biográfico, no sólo aquello que plantea la obra sino un poco más para poder darle profundidad. La ficción te da derecho al vuelo, pero al tratarse de un personaje existente tenía que tomar una dirección real. No podíamos dimensionarla hacia lo que no es o no hizo, entonces las biografías indicaron cómo podíamos trabajar sobre su carácter y cierto modo de ver la escena”.
La directora asegura que un texto dramático siempre presenta varias posibilidades y permite dar un punto de vista personal, incluso sobre aquellos sucesos que están escritos. “Cuando leí el texto me dio la sensación de que los hechos del pasado tenían que ver con ese momento final donde, según dicen, la vida te pasa en un minuto delante de los ojos. Me ocurrió con una caída que tuve desde una gran altura: en ese vuelito vi todo y las imágenes son muy visuales, no sólo emocionales. En la obra no es que ella vaya hacia atrás sino que ese atrás se le viene encima, aunque también lo invoca”.
En relación a las lecturas que hoy pueden hacerse desde los feminismos, Rodríguez explica que a Lola se le pidió cierto activismo de género que tal vez no pudo llevar adelante en su momento. “Creo que el patrimonio que deja la reubica; en esa época ella estaba en plena producción de su obra, en puja con el Estado y la sociedad para poder seguir produciendo. Tuvo una vida bastante dura y eso está a la vista. A pesar de lo intrincado que resultó, su obra está ahí y es bestial. Creo que inconscientemente llevó adelante acciones muy valiosas para el género, pero no se embanderó en esa lucha. Hoy, sin embargo, es una imagen que representa al género e incluso hay movimientos que llevan su nombre”.
En una de las escenas, la actriz transforma su faldón en una bombacha de gaucho típica del norte. A Lola se la siguen disputando tucumanos y salteños (no está claro su lugar de nacimiento), y la directora explica que su producción representa “la cuna de lo que puede ser nuestro arte más autóctono, aún cuando se va a estudiar a Italia”. Aunque Rodríguez sea conocida en el mundo teatral como diseñadora de iluminación, se formó toda la vida en dirección y puesta en escena porque es lo que le apasiona. “Me encantaba la idea de poder situar al personaje desde las otras áreas del diseño y me interesa que esas áreas traigan información que quizás no figura en el texto –explica–. En esa acción de convertir la falda en bombacha para mí Lola trae todo su contexto”.
Cuando se le pregunta por los desafíos de la dirección, asegura que uno fue entrar en el mundo de los actores (“un mundo de quirófano porque una mete la mano en cosas muy delicadas”) y otro fue el diálogo con las distintas áreas del diseño: “eso puso a prueba mi palabra como diseñadora y los espacios por los que siempre lucho”. “En determinados momentos la dirección lleva la voz cantante, pero siempre es un trabajo colectivo. Para mí los diseños son entornos creados por otras miradas sobre un mismo texto y siempre aportan una opinión. En este caso, como todos somos grandes y ya hicimos muchas producciones para otros, pudimos darnos lo mejor a nosotros mismos. Son años de trabajo y acá se armó un equipo muy equilibrado con el que pudimos estar relajados”.
Por Laura Gómez
Domingos 20 hs en el Teatro Payró, San Martín 766
Dramaturgia: Carlos Vittorello
Dirección: Leandra Rodríguez
Actuación: María Marchi, Hugo Cosiansi y Junior Pisanú