La unión hace la fuerza
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Notas

La unión hace la fuerza

Dos históricos del teatro musical, Emiliano Dionisi y Roberto Peloni, se juntan para darle vida a El Brote, un unipersonal donde la historia del teatro es la protagonista.

18 de abril de 2023

Emiliano Dionisi y Roberto Peloni se juntaron para construir El brote. No están solos, por supuesto, ya sabemos que lo escénico es un trabajo colectivo con más participantes de los que habitualmente se visibiliza.  En este caso, hay un solo actor en escena. Claro que no hay un solo personaje. El escenario está súper poblado. Personajes- actores, voces de dramaturgos de casi todos los tiempos (incluyendo el contemporáneo). Roberto Peloni encarna a un actor de una compañía que representa obras clásicas. Se representa a sí mismo y a los otros actores de la compañía. En ese ir y venir de roles, de papeles diversos, empiezan a aparecer los conflictos hasta que se desata el brote al que hace referencia el título. No es posible contar más.  

Se puede hablar con Dionisi y con Peloni del momento previo, de todo el trabajo que se puso en juego para arribar a esta magnífica obra. 

¿Se le puede preguntar lo mismo al actor y al director/dramaturgo? ¿responderán lo mismo? ¿cerca? ¿en qué lugares las vivencias construyen caminos divergentes? Luego hay otras preguntas que responden a ¿roles diversos?  

Una obra que tiene una increíble respuesta de público (sí, también de crítica) invitaba a preguntar. Dialogar con dos personas inteligentes y sensibles, que abren las puertas del proceso que los llevó a este espectáculo; entender que se sostiene como se sostiene porque armaron los cimientos a conciencia.  Estrenó en febrero. En febrero ya se podía decir que era, sin dudas, una de las obras del año.  

Ante la pregunta del punto de partida surgen dos respuestas cercanas que se complementan: 

Emiliano: La obra nace de las ganas de trabajar juntos, nos conocimos en Cyrano de más acá,  luego trabajamos juntos en Huesito Caracú  y fue otro gol. En pandemia estuvimos ensayando algunas cosas y nos divertíamos, nos potenciábamos. Roberto quería hacer un unipersonal así que empezamos a buscar materiales.  Me pasó una obra que había encontrado, pero había que trabajar mucho en la adaptación. Yo no estaba con mucho tiempo para escribir…  

Roberto: Siempre fue un placer trabajar juntos, es cierto, buscamos textos extranjeros, cosas de acá pero no nos convencían. Emi se puso a escribir finalmente el texto ¿en tres semanas? Como un ejercicio. Al final armó una obra entera. Me la pasó y me dijo ‘Sin ningún compromiso’ La verdad, me encantó a primera lectura. Era exactamente lo que quería hacer. 

Emiliano: La primera escena de El brote tenía un único objetivo: que fuera un desafío. Tanto para él como intérprete y para mí como director. Ése fue, un poco, el rumbo.  La verdad es que me divertí mucho escribiendo. Le pedí que me bancara y finalmente armé un borrador completo. Salió muy fluido porque me divertía mucho escribir ese personaje y pensarlo para él.  Viví esa sensación hermosa de querer volver a casa rápido para sentarme a escribir. 

¿Cómo fue el proceso de ensayo? 

Roberto : Los ensayos duraron un año desde que me mandó la obra. Empecé a estudiar todas las mañanas. Luego nos encontrábamos con una frecuencia de tres veces por semana y cada uno seguía, a su vez, trabajando individualmente. Uno está todo el tiempo con el proyecto, con el texto, con las imágenes en la cabeza y era llegar a cada encuentro con ideas, con propuestas, con todo lo que nos pasaba. Estuvimos probando durante un año. En los primeros meses hicimos el montaje completo que, originalmente, duraba dos horas. Después fuimos cortando, pero estábamos dispuestos a que el espectáculo durara lo que necesitara durar, orgánicamente. Para poder contar la historia y que cada cosa tuviera su tiempo y su desarrollo. Luego tuvimos otra instancia en la que abrimos los ensayos, en la fundación SAGAI, el primero, el segundo lo hicimos en Lanús, para la comunidad y en la escuela de teatro donde yo me formé y luego otro en Entelar, el teatro que está en San Andrés. Ahí fuimos puliendo con las devoluciones, las del público, las nuestras… 

Emiliano: Yo diría que nos propusimos un proceso de ensayos distinto con respecto a lo que veníamos haciendo con la Compañía que siempre tiene una planificación muy fuerte de antemano. Esta vez decidimos ensayar sin fecha de estreno y sin sala. Nos propusimos darle el tiempo que necesitara a la obra. La recomendación de los work in progress fue de Sebastián Ezcurra. Nos pasó que nos quedábamos charlando con el público y yo después seguía trabajando el texto. Luego de un año de trabajo muy intenso decidimos ir al teatro y estrenar. 

Roberto: La última etapa que fue el montaje con el diseño final, con la escenografía  de Micaela Sleigh Fue llegar al espacio y encontrarnos con la iluminación que había pensado Agnese Lozupone. Ese último mes ensayamos casi todos los días en la sala. Ahí se fue definiendo la puesta final. Tuvimos un ida y vuelta de todo el equipo y Emiliano, obviamente a la cabeza, llevando cada decisión a un lugar acertado.  

¿Por qué el teatro del pueblo?  

Emiliano: Se le ocurrió a Seba, sentíamos que tenía que ser un espacio que contuviera muy bien el material y la nueva sede nos parece hermosa. Sumemos lo que significa el Teatro del Pueblo para la comunidad teatral: un espacio de resistencia, de grandes referentes. Emotivamente teníamos ganas de estar ahí. Nos recibieron súper bien y estamos haciendo una temporada preciosa porque tienen muy buena onda, estamos muy cómodos. 

¿Cómo pensaste el espacio escénico? 

Emiliano: El espacio escénico apareció en el proceso. Intenté, como director, no diseñar nada de antemano. La única didascalia que puse cuando escribí el texto es que era un solo actor, que de él salían todas las voces, que estaba en un espacio un poco arrumbado parecido al depósito de un teatro abandonado. Nada muy específico. Ni dónde se sienta ni por dónde entra… no había nada. Empezamos con una silla. Siempre con la apertura por si necesitaba más vestuario, más objetos, más utilería. Y la verdad que con la silla nos alcanzó; cada vez estábamos más convencidos de que la obra no necesitaba nada. Fueron muchos meses de trabajar con el cuerpo, la voz, el texto y eso como principal material. Incluso durante todos esos meses fuimos jugando mucho la puesta en escena, no fuimos fijando nada. A mí como director me interesaba ver qué le iba pasando al personaje, cómo transicionaba de un personaje al otro, cómo era la curva dramática. Es más, en las distintas presentaciones con público trabajamos de manera diferente: dónde se paraba, dónde iba, teníamos una mínima organización espacial, pero nada demasiado fijo y una vez que ya sentíamos que íbamos a estrenar, ahí entró Mica que propuso esa idea de dibujar un poco el aire con el telón que cuelga por encima, como que está latente, que no se sabe bien si se va a caer o no… algo como si estuviese pendiendo de la cabeza y luego nos propuso multiplicar las sillas. Pasar a tres como si fuera casi un juego de espejos y lo probamos en un ensayo y nos encantó. Sentíamos que la obra estaba tan firme que podían entrar distintas cosas y las podíamos absorber con alegría y eso más la luz de Agnese que le dio la contención que necesitaba, ni más ni menos. 

¿Hubo investigación en torno a lo actoral? 

Roberto:  Sí, hubo pero creo que ni siquiera es puntualmente para este proyecto sino que es una investigación que comenzó cuando empecé los estudios. Uno siempre quiere buscar un lenguaje.  En este caso, llevar a lo mínimo que se puede llevar para contar el cuento, los distintos registros actorales o expresivos que van apareciendo en la obra. Fuimos eligiendo el tono de cada personaje en cada obra, llevándolo a lo más grandilocuente en el monólogo de Antígona. La obra tiene un abanico de géneros que obligan a una actuación menos expansiva y más relajada frente a otras que son más brillantes y estridentes, pero sí, hubo ejercicios, hubo juegos, la investigación fue constante. 

¿Y en la escritura hubo investigación? 

Emiliano: Me volqué a los textos clásicos que son los que uso como excusa para llevarlo a él de una escena a la otra en esta compañía ficcional de repertorio clásico. Yo tengo muy presentes esos textos, los trabajo mucho en distintas obras.  Fue un poco sumergirme en caminos que yo conocía, intenté pescar de cada una de las obras que aparecen cuáles eran las que mejores equivalencias generaban en cada una de las escenas y en cada una de las situaciones en las que se encontraba Beto. La idea era que le resonara lo que sucede. Que lo que él está interpretando le resuene en ese momento; ver en el universo clásico cuáles eran los puntos similares entre la vida del protagonista y lo que ocurría en esas obras. 

¿Cómo fue volver a trabajar con Emiliano? 

Roberto: Volver a trabajar con Emi fue un placer. Este espectáculo es también un acto de amor colectivo hacia el teatro, hacia las ganas de hacer y hacia uno mismo, creo. También tengo que hablar de ese respeto por el trabajo cotidiano, el trato es muy respetuoso, muy amoroso y hay mucha entrega en la tarea, mucha confianza. Creo que parte de eso: cuando uno tiene mucha confianza, en mi caso en el director, y en el caso de Emi para conmigo en el actor, la comunicación es muy fluida. Llegamos a un entendimiento muy rápido de cómo vemos las cosas y él, como director, sabe potenciar las cualidades que puede tener un actor. Yo siento que me conoce mucho y que me lleva de una manera muy orgánica, muy amorosa y con mucho respeto.  También al teatro, que es lo que más nos gusta en esta vida, muy grato el encuentro con Emi potenciador, enriquecedor. Muy feliz siempre, la verdad. 

Vamos a algo más áspero:  el personaje hace catarsis sobre el mundo del teatro y demases y hay una crítica un tanto despiadada... 

Emiliano: El personaje hace catarsis sobre el mundo del teatro, de la cultura, pero después ramifica para un montón de otros lugares. Se pone muy crítico. Como dramaturgo yo aprovecho para deslizar algunas cosas que pienso, pero hay otras con las que no coincido con el personaje. Me puedo desprender porque me da gracia y me entretiene que el personaje se vaya, se le vaya de las manos, exagere, muerda la banquina varias veces. Es un pensamiento muy crítico y muy sensible porque me parece que el personaje tenía que ser sensible para que empatizara con la gente.  Esa frase hecha de quienes dicen siempre la verdad: dentro de la locura, él desliza verdades sobre la situación de la cultura, en general, y ciertas contradicciones, snobismos. Hay un poco y un poco: algo de lo que yo opino y algo del ejercicio imaginativo exagerado. 

¿Cómo es llevar adelante una propuesta que requiere de tanta energía en escena? 

Roberto: El espectáculo es potente sí, y necesita de una potencia, de una cantidad de energía. Yo la paso espectacular porque juego mucho, me divierto realmente mucho. Me gusta pasar por cada momento de la obra; es como que comienza un viaje que no es para nada en solitario, más allá de los espectadores, que nos vienen acompañando en las funciones y estamos muy contentos con esto de que se vienen agotando las entradas con varios días o semanas de anticipación, ya era feliz con hacerlo solo, ahora con la sala llena y con esa recepción tan explosiva del público,  el día de la función se termina transformando en un día soñado. Así que lo estoy disfrutando muchísimo, estoy poniendo todo y estoy muy feliz de haber encontrado un proyecto después de buscarlo durante mucho tiempo. 

Última pregunta, ya que apareció el público real yo quería saber cómo era el público que esperaban… 

Emiliano: Con respecto al público yo busco que las obras sean lo más amplias posibles. Yo siempre aclaro: ser amplio, ser popular no significa ser simplista sino al contrario que la obra tiene que ser lo suficientemente compleja, tener muchas capas donde mucho público pueda acceder por distintas puertas, así que no tengo un público ideal, sí deseo que la obra la vea la mayor cantidad de público posible. Tuve miedo, en un momento, de que se transformara en un espectáculo de teatro para teatristas, de esos con los que uno puede identificarse únicamente si conoce el paño. Por suerte las funciones me lo están desmintiendo. Las personas que no tienen que ver con el ámbito teatral se identifican con lo que le pasa al personaje, por la competencia, por la inseguridad que puede tener cualquier persona en cualquier rubro, entonces, me parece que funciona una identificación emocional muy fuerte independientemente  de si este personaje es actor, astronauta o carnicero, y después también es una puertita de entrada para  la gente a la que le gusta espiar en el universo teatral, hay  algo de invitación a conocer el detrás de escena, cosa que a mí siempre me gustó. Desde chico, los especiales de detrás de escena, de las películas o de las obras, siempre me encantaron. El cómo se hace. Además, algo tan mágico como el teatro, la gran ilusión detrás de eso: existe una preparación y un entramado para que eso se repita todas las noches Eso me parece muy mágico y creo que la obra lo tiene y puede ser atractivo para gente que no es del palo.  

Sin duda, las palabras de ambos son una invitación a ver El brote. O a verla de nuevo. Es de esas obras que tiene tanto para dar que vale la pena repetir. 

Por Mónica Berman 

 

Intérpretes: Roberto Peloni 

Texto y Dirección: Emiliano Dionisi 

 

Lun 21:00hs - Domingo 20:00hs 

Teatro del Pueblo 

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