Una voz y todas las voces.
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Una voz y todas las voces.

Haciendo uso de un histrionismo pocas veces visto, la actriz Miriam Odorico, lleva adelante Una, un texto de Pirandello, adaptado para su propio cuerpo por el director Giampaolo Samá

8 de junio de 2023

Ser y parecer. No son lo mismo. Al dramaturgo y novelista Luigi Pirandello le interesaban esas grietas entre existencia y apariencia, realidad y ficción, mundo concreto y fantasía. Quizás su obra más conocida sea Seis personajes en busca de un autor, que justamente problematiza la paradoja del título y produce la colisión entre eso que asedia al escritor en el plano de las ideas y aquello que se hace patente sobre un escenario, en el aquí y ahora de la escena. En el prólogo de aquel texto de 1920 que muchos ubican como precursor del teatro del absurdo, el Nobel italiano se definía como “un escritor de carácter más propiamente filosófico” y exponía una de las cuestiones metafísicas que más lo atormentaban, algo que sintetiza como “el engaño de la comprensión recíproca”. 

¿Es posible, acaso, que podamos entendernos cuando hay un abismo de distancia entre la versión que realmente somos, eso que creemos que somos y lo que los demás piensan que somos? En ese prólogo Pirandello hablaba de la múltiple personalidad según “todas las posibilidades de ser que se encuentran en cada uno de nosotros y el trágico conflicto inmanente entre la vida que de continuo se mueve y cambia y la forma que la fija, inmutable”. Esa multiplicidad caleidoscópica es la que pone en escena de manera magistral la actriz Miriam Odorico (La omisión de la familia Coleman, Las amargas lágrimas de Petra von Kant, Otoño e invierno), quien sin moverse de su silla realiza una interpretación memorable, con un notable despliegue de recursos dramáticos, gestuales, vocales y corporales. 

Siete años después del estreno de Seis personajes en busca de un autor Pirandello escribió lo que sería su última novela, Uno, ninguno y cien mil. En ese material está basada la versión libre escrita y dirigida por Giampaolo Samá y protagonizada por Odorico, que es una y todos los personajes que desfilan en esta pieza. El desafío que encara no es fácil porque literalmente está los 70 minutos que dura la función atornillada a la única silla que compone la escenografía. Para narrar el conflicto ella se vale de su cuerpo, su voz y el diseño lumínico (también a cargo de Samá) en el escenario pelado de la sala de la calle México. Verla en escena es algo así como ser testigo de un solo imposible ejecutado con maestría; hay una intérprete que conoce bien su instrumento y es capaz de sacar los mejores sonidos para seguir esa partitura muy bien planteada por Samá, que le da un giro al original y reemplaza el protagónico masculino por la mujer de Moscarda.  

Ya no es él sino ella quien sufre una crisis identitaria cuando su marido le hace un comentario al pasar sobre su nariz torcida. Ella se mira al espejo, pero el reflejo empieza a devolverle una otredad imposible de asir, una versión que no se corresponde con la que ella tiene sobre sí misma. Allí, entonces, emerge la “otra”, la extraña, la extranjera en la que no se reconoce del todo pero que empieza a aceptar. No hay una Moscarda sino cien mil, tantas como personas en el mundo; entonces, en definitiva, no hay ninguna y esa mujer se vuelve un recipiente vacío que cada quien llena con su versión y rasgos que definen su propia identidad. El planteo puede sonar a una clase de Puán y en algún momento el texto se torna un laberinto en donde el discurso se enreda cada vez más, pero en un gesto agudo la protagonista ataja esa posibilidad y alude con gracia a ese entramado: “¿Están mareados?”, pregunta a la sala. 

Lo curioso es que vemos un cuerpo en escena pero en realidad hay muchos más; oímos una voz que se transforma en un coro de personajes. Podría pensarse, también, que sobre el escenario hay tantas Moscardas como espectadores en la sala. Ahí está ella, su marido Hugo, su amigo Aldo, el padre, la suegra, los socios del padre (Firbo y Quantorzo), el escribano, el monseñor y otros más. La pieza que Pirandello definió como testamento literario y “síntesis completa de todo lo que he hecho y la fuente de todo lo que haré” presenta un desafío para cualquier intérprete que Odorico cumple con creces. Un dato interesante para quienes gustan no sólo de ver obras sino también de leerlas en papel: la versión de Samá se publicó por Ediciones del Camino y puede adquirirse en Librería Hernández o en el teatro. 

Por Laura Gómez 

 

Sábados 20.15 hs.

Teatro Timbre 4, México 3554

Dramaturgia y dirección: Giampaolo Samá 

Actuación: Miriam Odorico 

 

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