La compañía El silencio está de vuelta. Pasaron aproximadamente diez años para que esta banda integrada por Esteban Lamothe, Susana Pampín, Esteban Bigliardi, Pilar Gamboa y Romina Paula vuelva al ruedo. Este retorno no los encuentra en el Espacio Callejón, su sala bunker, sino en el espacio Arthaus Central bajo el original proyecto de Cynthia Edul “paraiso.club”.
El nuevo trabajo se llama Sombras, por supuesto, y se acomoda perfectamente en los anaqueles de sus títulos anteriores: Algo de ruido hace, Fauna, El tiempo todo entero. Si algo define a estos nombres, y también al nuevo espectáculo es la indeterminación. (y quizás esto sea el efecto poético del grupo). En Sombras... lo indeterminado tiñe las palabras, los vínculos, los oficios, las vidas privadas, los talentos particulares. Esta sensación direcciona a la dramaturgia y a la actuación hacia un territorio de ficción donde los signos cotidianos quedan alterados porque fugan de la estricta lógica del sentido causal.
Se inicia con un allanamiento extravagante donde dos agentes (Bigliardi y Pampín) no terminan de dar cuenta de lo que están buscando. No lo saben o lo saben poco. La pareja que mira inerte el procedimiento policial (Lamothe y Gamboa) exige respuestas que no serán otra cosa que una forma del vacío. Sombras, por supuesto propone un cruce entre lo abstracto de las acciones y lo concreto de los objetos que ocupan la escena. En ese cruce, o como resultado de él, la obra afirma su alteridad con la realidad.
¿Puede ser entendida la práctica teatral como el resultado de una forma de existencia en común, siendo la obra en cuestión apenas una posibilidad que podría no ocurrir? La vuelta de El silencio, que en última instancia son un grupo humano que comparten intensidades y valores culturales, habilita la posibilidad de pensar la teatralidad (eso tan difícil de definir) menos desde sus procedimientos teatrales (que fascinan a la crítica que se siente interpelada a dar respuestas superadoras) que desde una vincularídad de tribu, de clan. Pilar Gamboa, que no solo integra esta compañía sino también el grupo “Piel de Lava”, reflexiona en esta entrevista, entre otras cosas, sobre este retorno, sobre el trabajo en grupo que parece quedar cada vez más subestimado y sobre el difícil presente de la escena independiente.
¿Cuáles son los orígenes del grupo?
-Hay algo de la misma manera de ver el mundo, en el humor. Para mí es toda gente re importante. El otro día que me iba a mi casa después de la función de Sombras..., pensaba: “Yo por Bigliardi dejé de trabajar en YPF” y al ver como él pensaba la vida aprendí una nueva manera de vivir. Nos gustaban los mismos autores, hay algo del consumo cultural de esa época. Creo que eso fue muy vital. También pasa que nos queremos mucho, con todo lo que los vínculos humanos acarrean. Y pasa algo cuando actuamos, que pasa, que sucede.
¿Se puede pensar una estética desde los vínculos?
-Hay algo del capital simbólico de los vínculos que arma una estética que es inevitable. Por ejemplo, las palabras de Romina, pensadas para ser dichas por nosotros: es un lujo que un dramaturgo pueda pensar palabras para vos, y también ella escribe desde un lugar de conocernos. Hay algo que se arma o que se constela y da un resultado estético. Y que también son obras de actuación. Esta obra nos agarra en la adultez, donde hay algo de la actuación que no tiene que salir a confirmar nada. No hay que salir a agradar. En estos diez años que no laburamos juntos, todos tuvimos hijos menos Susana. Nos pasó de todo, los cuerpos fueron arrasados por la vida a otro nivel, hay algo del “estar” del cuerpo, pero hay algo que se tranquiliza para bien. Todos nosotros vivimos de la actuación, nos va bien, en las primeras obras uno salía más a agradar. Y algo en la actuación se tranquiliza. Estamos todos rotos, no hay que buscar las grandes cosas en el pensamiento, simplemente respiras, miras al otro, y algo te pasa. Ya no tenés que hacer grandes piruetas para conectarte con nada, yo tengo la sensación que cuando los miro a ellos actuar como tenemos tanto bagaje se abre un mundo tan claro y tan lindo. Tengo la sensación de estar en casa cuando estoy con ellos. Son mis amigos, mi música, es un poco la sensación de una banda que vuelve a tocar. Yo actúo con ellos como no actúo con otras personas.
¿Ustedes ya tenían Sombras, por supuesto o fue un pedido de “club.paraíso”?
-Romina y yo somos parte de Paraíso, nos juntamos en pandemia, convocados por Cynthia Edul, que se le ocurrió armar un club de artes escénicas. Somos entre otrxs Lorena Vega, Alfredo Staffolani, Agustina muñoz, Ariel Farace. La idea era tener socios que con una cuota mensual puedan subsidiar los espectáculos. Justo por ese tiempo nosotros nos habíamos juntado a comer y dijimos “¿qué pasa si nos volvemos a juntar? y Romina dijo que podíamos usar este club para hacer una prueba piloto y así fue el reencuentro. Romina es fundadora. Estas funciones son para sacarla a la luz para los suscriptores, pero la seguiremos haciendo.
Venimos hablando bastante de la producción en forma grupal, sin embargo, en general los actores o actrices se ponen al servicio de unx directorx .¿Cómo es tu experiencia en ese sentido? ¿Trabajaste con algunx que haya modificado tu práctica?
-Tuve la suerte de toparme con unos grosos (Daniel Veronese, Rafael Spregelburd, Javier Daulte, entre otros). Con directores buena onda: tu trabajo consiste en intentar descular la manera de actuar el lenguaje del otro. Por ejemplo, intentando hacer un personaje de Spregelburd, Alfonsa en La Terquedad. Él tiene unos materiales complejísimos, no paras de hacer chistes malos todo el tiempo y su cabeza es una cosa increíble. Esos cruces humanos te van como sacando capas, descubriéndote. Rafa me dio toda su cabeza, y yo con eso pude descubrir una zona mía de actriz que no conocía. Lo mismo con Veronese, yo vi a los 20 años Mujeres soñaron caballos una obra que a mí me constituyó. Es toda una responsabilidad actuar con ellos, siempre fui descubriendo a partir de ellxs zonas de actriz que no conocía, eso arma un monstruo.
¿Cómo se modifica la actuación pasando de un teatro más pequeño a salas comerciales?
-La práctica cambia porque la proyección es distinta. Técnicamente cambia mucho. También empieza a ir un público que no va a las salas independientes. El proceso de Petróleo fue muy interesante, se empieza a abrir un abanico sociológico muy interesante. El teatro independiente te exige un esfuerzo como espectador. Cuando nosotros arrancamos habia un teatro en cada cuadra. En el Metropolitan hay una cartelera que la gente pasa y entra directamente. Entonces llegó a un nivel de delirio de capas sociales, que fue alucinante. Creo que no modificó el trabajo, no se puso demagogo, que sería entendible. Porque “te festejan, te festejan” es como una droga. Sin quererlo vas dando más, sin querer te pones más trazo grueso y hay que volver a afinar. Nos decíamos “che esta parte se está desvirtuando, así que bajemos, volvamos.” Es un toro mecánico entre nuestro ego, lo que quiere ver la gente y sobretodo un espectáculo como Petróleo que es tan catártico. Es muy único. Es un fenómeno. A mí es la primera vez que me pasa. Pasó algo con la obra. Es interesante porque la obra se completa con la gente. Pero nosotras al ser directoras y dramaturgas de la obra la rienda está muy cortita.
Después de tantos trabajos en cine, teatro, televisión ¿Puede una actriz seguir descubriendo algo nuevo sobre su oficio?
-Siempre descubro cosas nuevas, y eso es lo fascinante. La peor pesadilla es pensar en esos actores o actrices que no se los dirige más, es la muerte en vida de un actor o actriz. Ya no poder dialogar. Es una profesión difícil también, como todas, pero acá uno se expone mucho, su material, su cuerpo, su imagen, su voz, su poética. Yo también me voy dando cuenta, en la actuación y en la vida que a las personas cada vez se les puede decir menos porque todo es más tomado personal, y con la actuación pasa mucho, un director le quiere decir algo a un intérprete, siempre hay que dar un rodeo impresionante. Tengo la sensación de que en definitiva se está hablando de un lenguaje, podes ver un actor que se recorta solo, pero si no te quedas con una obra en el cuerpo no sucede el milagro de lo artístico. Me parece que hay algo de que el trabajo que uno tiene que hacer es dejarse dirigir, estes o no de acuerdo, una tiene que ofrecer con generosidad su cuerpo a esa idea. A veces sale más o menos. Me gusta el grupo, los vínculos humanos, no me gustan las cosas individúales.
Finalmente ¿cómo ves al circuito independiente en la actualidad?
-Noto cierta quietud, hay una especie de meseta. Igual no quiero ser injusta, yo en los últimos 4 años fui madre, estuve dando la teta y no salí tanto. Por ahí están pasando cosas que me estoy perdiendo, pero cuando puedo salgo. Siento que hay muchos interpretes muy interesantes y esta ciudad siempre va a ser un semillero, pero si noto que hay una meseta. También porque está difícil producir, como siempre; yo siento que nosotros también como generación fuimos parte de cierto destape, donde vos podías autogestionarte y quizás tu obra viajaba al exterior. Ahora está todo colapsado, a tu obra le va bien y no te van a decir “venite a España”, y si te llevan vas por el pancho y la coca, tenés que estar diciéndoles “ustedes tienen euros, nos tienen que pagar mejor”, realmente las obras hacen recorridos extraños. Antes estar en el FIBA era todo un acontecimiento, ahora no es tanto. Haces pocas funciones, que te las pagan una miseria, van algunos programadores. Todo se precarizo a un nivel que me parece que está jodido. De igual forma yo creo que esta es una ciudad llena de maravilla. Ves gente que está probando lenguaje, ves al grupo BESA, por decirte uno, y que a pesar de que todo está tirante y oscuro, siempre eso va a seguir funcionando, siempre algo en esta ciudad está a punto de explotar.
La vuelta de El silencio puede sentirse como un acontecimiento nostálgico. Como un refusilo del pasado que nos recuerda una época donde el teatro prometía decirlo y mostrarlo todo. Muchos autores, grupos, lenguajes, salas. Obras increíbles en espacios inauditos. Quizás ese vértigo de hiper-producción (y de un moderado éxito) confundió y atomizó: se perdió la banda y la creación con otrxs persiguiendo un destino de autoría nominal y singularidad. Hay que volver a juntarse, porque si algo demuestra Sombras, por supuesto es que un futuro esplendoroso no es otra cosa que algunas certezas del pasado.
Sombras, por supuesto
Intérpretes: Pilar Gamboa, Susana Pampín, Esteban Lamothe, Esteban Bibliardi.
Dramaturgia y Dirección: Romina Paula.
Arhaus Central (Bartolomé Mitre 434}
Miercoles 20:00 y 22:00 hs.