La propuesta no es nada novedosa y ahí reside su potencial: un actor narra una historia al público. ¿Parece simplón, no? Y sí, quizás lo es, pero es un poco la esencia del teatro, ese grado cero que consiste en sentarse a ver a un actor haciendo eso que nosotrxs jamás podríamos: poner carne y sensibilidad para hacernos viajar a todxs.
Esa magia profana la hace José Antonio Lucía Casadelmunt que, con un trajecito sorprendentemente blanco y unos zapatitos que lo son todo, nos trae a Alacrán, un gitano chanta, un poco gede, peligroso y encantador que viene a contarnos su historia de desamor con “La Cangrejo”.
El texto es vehículo de imágenes poéticas y sórdidas, de personajes entre risibles y sombríos al servicio del recuerdo de un amor que se convirtió en condena. El actor, con una destreza que lo hace ver fácil, es el portador de todo este circo, entrando y saliendo de personajes, estados y situaciones sin hacernos perder hondura pero sacándonos de la melancolía justo a tiempo. De principio a fin nos lleva de las narices valiéndose de una herramienta muy concreta: la mirada. Nos mira, nos espera, actúa con nosotrxs y eso es lo que hipnotiza y da un poco de miedo. La mano de Román Podolsky, director escénico de nuestras tierras, se vé en esa maestría para mantener tensa la cuerda entre el actor y el público.
Todo el folklore flamenco está allí puesto: la intensidad, el canto, la danza, Lorca y el esperpento. Los objetos y su nivel de síntesis son un trampolín para la imaginación.
Un espectáculo que invoca a Grotowski y a Brook, poniendo adelante en el dispositivo escénico al actor y su instrumento al servicio de un ritual, un ritual transcorporal que hace imposible desconectar un segundo de la alquimia entre el cuerpo, la palabra y el público.
Viernes 21:00hs y sábados 23:30hs
Teatro Ñaca (Julian Alvarez 924)
Texto: José Antonio Lucia Casadelmunt
Intérpretes: José Antonio Lucia Casadelmunt, José Antonio Lucía