Hace poco al actor Chris Hemsworth le concedieron su estrellita en el pavimento hollywoodense y fue muy criticado en redes. En el discurso había agradecido a su esposa, la actriz Elsa Pataky, diciendo: “No se me olvida que ella dejó a un lado sus propios sueños para apoyar los míos, siempre estaré en deuda”. Se lo tildó de machista y Elsa salió a defenderlo en todos los medios, pero lo interesante es la polémica que instaló en relación a las tensiones que pueden existir en una pareja que se dedica a la misma profesión cuando están en juego los sueños propios y los ajenos, los egos y las mezquindades. Algo de esto recupera Alma Mahler. Sinfonía de vida, arte y seducción, pieza escrita por Víctor Hugo Morales, dirigida por Pablo Gorlero y protagonizada por Raquel Ameri. A partir de esas tres coordenadas -biografía, arte, seducción- se intenta develar quién fue Alma. Ella misma se lo pregunta mientras escribe sus memorias.
Por el texto desfilan amores, aventuras, romances y affaires que tuvo con personalidades ilustres de la época, desde los compositores Gustav Mahler o Alexander von Zemlinsky hasta el arquitecto Walter Gropius, pasando por el novelista Franz Werfel o célebres pintores como Gustav Klimt y Oskar Kokoschka. Un gran acierto desde la dramaturgia es narrar esta historia desde los ojos de Alma, un lugar de enunciación que hoy -gracias a los feminismos- está mucho más naturalizado pero que hace unos años quizás era completamente impensado porque, al fin de cuentas, el “protagonista” era Gustav. Aquí, en cambio, todos esos personajes aparecen como actores de reparto; el foco está puesto en la enigmática Alma y en su amor furibundo por el talento y el placer. Se trata de una mujer que abandonó el sueño de convertirse en compositora para acompañar la carrera de Gustav y criar una descendencia que tuvo un destino trágico. El trabajo de Ameri es sólido: logra recrear a la mujer resentida pero también a la mujer salvaje que argumenta su infidelidad o a la que se pregunta una y otra vez si tomó la decisión correcta al relegar sus propias aspiraciones en pos de la familia.
Hay un trabajo exquisito en el diseño de iluminación (a cargo de Ricardo Sica) que, en la íntima sala González Tuñón, se destaca. La luz abre cada escena y de algún modo sugiere el clima emocional que transitará Alma: la tristeza, la ira, la melancolía, la seducción, el romance. El texto por momentos cae en un pantano de imágenes poéticas o cascadas informativas que imponen cierta distancia y disminuyen la potencia escénica; la esencia de esta criatura reside sin dudas en el abordaje de Ameri que, con maestría, encarna las contradicciones de la protagonista. En ese sentido, la pieza puede leerse como una suerte de partitura donde el instrumento (el cuerpo de la actriz) va atravesando distintos tempos: allegro, adagio, moderato, andante, vivace. También hay algunas decisiones que rompen los climas y no aportan demasiado como los segmentos cantados o la voz en off de Mahler (a cargo de Fabián Vena). Sin embargo, la actuación queda siempre en primer plano y es muy bien acompañada por el músico en escena Juan Ignacio López, también compositor de las piezas. Una reflexión interesante sobre una mujer que fue un enigma, incluso para ella misma.
Autoría: Víctor Hugo Morales
Intérpretes: Raquel Ameri
Piano: Juan Ignacio López
Dirección: Pablo Gorlero
Funciones: Jueves a las 20 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543)
Entradas: $10.000