
Pilas de libros y papeles, un board pinchado con anotaciones, palabras, fotos y un radiograbador del siglo XX son algunos de los objetos que decoran el cuarto de nuestro personaje. Un ermitaño encerrado hace 24 años en una casa en lo alto de una sierra para terminar su tesis y recibirse de filólogo. Una suerte de Ignatius Reilly de La conjura de los necios de Toole, más dulce y menos soberbio.
La lengua es un músculo pero el lenguaje es un virus es acaso una enorme excusa para hablar de la palabra, esa cosa versátil pero a la vez dura de roer que es la comunicación humana. Usando como puntapié la frase de William Burroughs en el título de la obra, y como hipótesis para su tesis, el personaje de Diego Carreño pasa letra, escribe y reflexiona sobre la lengua.
Figuras retóricas servirán como eje para hacer comedia con el lenguaje y sus contradicciones desde el punto de vista de un personaje que es un hombre de letras pero a la vez un niño literal. La lengua, esa herramienta necesaria ante el fracaso de todo entendimiento es, desde la perspectiva de la obra, material para el humor sano y tierno de toda la familia.
La obra que estuvo tres años a sala llena en el Camarín de las Musas, apuesta en 2025 al teatro Picadilly sobre avenida Corrientes. Un delirio interesante para todo aquel que quiera verlo y con la apertura suficiente quede prendido a la propuesta, jugar con el lenguaje, reírse y pensar que un almacén también puede ser un alma-zen.
Foto: Alan Roy Bahamonde
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LA LENGUA ES UN MÚSCULO PERO EL LENGUAJE ES UN VIRUS
Actuación y dramaturgia: Diego Carreño
Dirección: Leandro Aíta
TEATRO PICADILLY
Av. Corrientes 1524
Domingos 20.30 h